relatos

Volar

La inspiración puede llegar de cualquier lado, un olor, un sabor, un sonido, una palabra. Cualquier cosa puede despertarnos la chispa de eso que estaba latente.


La tarde, apacible y calurosa, se renueva al soplar un aire fresco que apaga el incipiente calor veraniego. 
El aroma a cipreses, el césped húmedo, las hojas, alfombras amarillentas, completan el paisaje silencioso. 
A lo lejos, sentados en canastita, un grupo de adolescentes comparten mate con el amigo ausente hace dos meses.
Mas cerca, abuelos leen un cuento a su nieto dormido para siempre.
Dos amigas, de pie, recriminan a otra, por que se le ocurrió salir en moto un día de lluvia.
Todos comparten algo con sus seres queridos. Yo hoy no tengo visitas pero si ganas de salir, gozar sensaciones nuevas y volar, si volar, volar. 
Cuando la muerte cerró mis ojos, no sentí oscuridad, sino destellos de luz que me cubrían. 
Estiré mis brazos y sin vacilar, tomé las plumas que alguien dejó sobre el mármol y elevándome, sentí una avalancha de recuerdos que me estremeció. 
Olorcito a pan casero que tantas veces amasé, piar de gorriones, bullir de risas y correteos interminables de pequeños sin cansancio, me animaron a cruzar. 
Estaban allí, debajo mío, casi a mi alcance. No me esperaban. 
Volando sobre ellos disfruté y vi a esos pequeños que no llegué a conocer.
Entre nubes y un solo vuelo, me entrelacé en sus rondas, rocé sus vestidos con mis plumas y repartí besos invisibles.
Nadie señaló mi espíritu que volaba fugaz, pero sintieron que el aire denso y caluroso de la tarde, se convirtió en brisa apacible y una tenue llovizna los humedeció. 
Mis plumas, en vuelo veloz, me llevaron nuevamente al cesped con olor a tierra mojada. 
Los abuelos no habían cerrado aún el libro de cuentos, ni los adolescentes se habían despedido del amigo.
La tarde se va apagando, como la belleza que es pasajera, como las flores que siempre se marchitan y mueren como yo.

María del Carmen de la Torre


Mi tía María escribe. Y lo hace muy bien! Ayer me mostró algo que escribió recientemente. Resulta que  cuando le festejamos el cumpleaños a Olivia, fue en una granja que está situada frente a un cementerio. En ese cementerio están los restos de mi abuela Anita, su mamá. Yo dije que “por que no la invitábamos a Anita al cumple, ya que le queda tan cerca”, y ella escribió esto maravilloso.